El agua tiene la fuerza de unir lo que parecía disperso. Las capas, los pigmentos, las formas se buscan y se encuentran, como lo hacen también las personas, los sucesos, la vida misma. En cada encuentro hay algo de azar y algo de destino. Una trama invisible que nos conduce hacia lo inesperado, y que nos recuerda que lo esencial no se controla, se recibe. Encuentro inesperado es un gesto de apertura: una invitación a dejar que lo imprevisto nos transforme, a aceptar que la belleza surge en el cruce entre lo que planeamos y lo que llega a nosotros.